18 noviembre 2010

MIEDOS MASCULINOS

“No hay mayor cobardía que la de no atreverse

a mirar tu imagen en el espejo”.

Soy un hombre cobarde, tengo miedo. Hay miedos chiquitos y miedos grandes, miedos míos y miedos prestados por otros hombres que están o han estado presentes en mi vida. Miedos de los que me he liberado y miedos que me liberan. Miedos que conozco y miedos que empiezo a conocer. Miedos que me dan miedo y miedos que me dan risa. Hay miedos que acompañan y miedos que incordian. Hay miedos como garras y otros como alas de mariposa. Hay miedos que se posan en los ojos y te enturbian la mirada, otros que se posan en las manos y te enfrían el tacto, también los hay que se posan en el pecho, en los oídos o en la boca…

Con la denominación de origen de “mismiedos” hay pues un amplio catálogo de miedos, mieditos y miedazos. Pero todos tienen algo en común, son mis miedos e intentos quererlos y odiarlos a todos por igual. Todos son parte de mi vida…

A veces también siento miedo “de ser hombre” y miedo “de dejar de serlo”. Pero este es un miedo compartido con otros hombres miedosos, hombres sin miedo al miedo. …

Con esto de los miedos existe un peligro agazapado: imponerlos (que no es lo mismo que compartirlos) a las demás personas. No obstante, hay señales de alerta que te avisan de que esos miedos se escapan de ti y se proyectan como sombras sobre otras personas. Entonces siento miedo, miedo del miedo que veo en los ojos de esas personas cuando me miran.

Para mí hay un cuento que es clarificador con el tema de los hombres y nuestros miedos y me ha ayudado a comprender ¿ De qué tienen miedo los hombres que no tienen miedo a nada?. Esos hombre que durante gran parte de mi historia vital admiré y trate de imitar. Ese cuento es la historia de “Juan sin miedo”. A modo de resumen; Juan recibió el apelativo de sin miedo debido a que no tenía miedo a nada. Pero como quería conocerlo, un día salió de su casa dispuesto a correr aventuras esperando toparse en algunas de ellas con algo que le hiciera sentir miedo. Sin embargo, de poco le valió el encuentro que tuvo con una bruja ni después con un ogro. Y así llegó hasta un castillo encantado. El rey había prometido que concedería la mano de su hija a quien pudiera pasar tres noches en él, y Juan no lo dudó; ni los fantasmas ni las criaturas a las que tuvo que hacer frente consiguieron causarle miedo, por lo que consiguió casarse con la princesa. Finalmente también acabó conociendo el miedo cuando su mujer, con objeto de darle lo que tanto tiempo llevaba buscando, derramó sobre él una jarra de agua fría mientras dormía.

Si observamos el cuento y su moraleja desde una visión sexista, se nos presenta a la mujer como un ser perverso; es la que hace conocer al hombre lo que es el miedo, por tanto de la que hay que desconfiar. Pero si analizamos el cuento con otra mirada (apartando este estereotipo), podremos ver que en nuestra relación con las mujeres, estas algunas veces nos colocan delante de nosotros un espejo donde nos vemos tal y como somos, en ocasiones, en nuestra relación con ellas. Por ejemplo, la actitud que a veces exhibimos de caballeros andantes, ante el espejo se refleja como una imagen de protección que exige sumisión. Un jarro de agua fría sobre nuestra masculinidad.

Un jarro de agua fría que nos lleva a descubrir que el hombre que nos hemos afanado en ser, tienen un lado oscuro. A observar que detrás de nuestra lógica masculina se esconden estrategias de dominación sutiles de las que no éramos conscientes. A valorar que nuestras fortalezas son, a veces, nuestras debilidades y que nuestras certezas como hombres no rigen el mundo, sino tan solo, nuestra visión del mundo.

A mi juicio, este es el principio del cambio, porque entonces te das cuenta de que son tus miedos los que te hacen crecer, sacarlos, medirlos, sentirlos, escucharlos, tocarlos, compararlos… Seguir su rastro hasta donde se esconden y entender la razón de su existencia.

Eso es ser un hombre sin miedo al miedo. Adentrarte en los argumentos ocultos de tu masculinidad, sin miedo a lo que vas a encontrar, con el convencimiento de que al principio tu paso será vacilante. Pero que tras este encuentro, tu horizonte como hombre más justo e igualitario será más claro y el camino a seguir aparecerá más definido ante tus ojos.

Antonio

2 comentarios:

belijerez dijo...

El hombrecito que ha escrito esto no parece de madera.

Saludos.

Joan A. Ripoll dijo...

Esta entrada me parece escrita por un hombre muy valiente. No hay mayor valentía que enfrentarse a la imagen de uno mismo, y reconocer el miedo que eso provoca dice mucho sobre quién lo escribe. Así mismo, ver a la mujer como una oportunidad y como un regalo también nos acerca mucho a comprender esa energía que también forma parte de nosotros como "machos".